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Aquí me instalaron hace más de treinta años

Sobre mi han caído las más torrenciales lluvias y los más candentes soles, no sé que me espera cada día, pues estoy a merced de quien decide visitarme.
Aquí he escuchado las más extrañas conversaciones. Soy testigo de confesiones, infidelidades, hasta monigote de los perros callejeros que me miran como si fuera inodoro.
Por ejemplo: Doña Juana siempre corre en el parque y como de costumbre se le ocurre amarrar a su peludo de unas de mis patas. El engreído me mea, me muerde, son los cuarenta y cinco minutos más largos de mi existencia. Me hace la vida de cuadritos.
Cuando regresa por él , se sienta a descansar, dejando sus desagradables aromas productos de sus flatulencias. Pero agradezco al viento que me da una manita en seguida y purifica el ambiente.
También me toman como confidente, es una joven desquiciada que habla conmigo como si fuera a responderle. Me grita , me insulta, hasta me golpea.
También he sido testigo de unos u otros besuqueos de Luisa y su amante, frecuentan en la noche. Aprovechan que el farol que apunta para acá se ha dañado. Aveces pienso que me van a romper un brazo con esos brincos desmedidos que dan encima de mi.
Mi huésped favorito es Don Lucio, me visita básicamente desde que me instalaron aquí.
Siempre trae un libro consigo y no se marcha hasta terminarlo. Me entretienen mucho sus historias.
¡Ahh! La chica de mis sueños, cómo olvidarla, es una chica muy guapa, de piernas largas y cabello rojo.
No viene con frecuencia pero cuando lo hace le da razón a mi existencia. Ver su hermoso cuerpo descansar en mis piernas me hacen ver que estar estático vale la pena.
La verdad no sé cuánto dure en estos lares, si me removerán cuando ya no sea útil pero por ahora disfruto cada lluvia, cada sol, cada amanecer y cada tarde. En esta vida me tocó ser una banca, en la otra quien sabe.

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